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Sobreturismo o equilibrio turistico

Después de varios meses adaptándonos a esta pandemia, descubrimos los efectos del confinamiento humano en el entorno. En los últimos tiempos se han fotografiado animales salvajes circulando por muchas ciudades, se han visto peces nadando por los canales de Venecia y los cielos habitualmente contaminados de algunas ciudades se han vuelto azules… aspectos todos ellos muy curiosos que nos hacen pensar sobre el impacto que nuestras acciones provocan en el medio ambiente.

En realidad, estos detalles nos hacen reflexionar sobre la vida y los valores que transmitimos y es muy probable que este sea el mejor momento para pensar,  trabajar y replantearnos las rutinas y los cambios requeridos para una vida en mejores condiciones y para todos.

El sector turístico no está exento de estas reflexiones. Desde  hace ya varios años, el sector se ve cuestionado en algunos aspectos y hoy, más que nunca, se sabe que es necesario afrontarlos con valentía. Cuando solo se demandan crecimientos constantes, cuando se valora el trabajo en términos cuantitativos pero no cualitativos, y cuando la creación de riqueza queda por encima de la creación de valor, se olvidan los efectos negativos de un modelo de crecimiento que deja en un segundo plano el bienestar humano.

El turismo de masas participó en el crecimiento económico y social de España actuando como un motor de avance frente al atraso en el que nos encontrábamos. Gracias a un modelo de negocio de precios bajos y “todo incluido”, se fueron incrementando exponencialmente el número de turistas anuales que nos visitaban. En 1960 se recibían 6 millones de turistas extranjeros y en 1970, 24 millones, en el año 2001, llegaban a España 48,6 millones de turistas y en el 2019, 83,7 millones.

Con los años, el turismo de masas se ha ido transformando en sobreturismo con consecuencias irreparables en el medio ambiente, incluyendo el deterioro en el patrimonio histórico y una clara degradación social en entornos urbanos. No son menos importantes las consecuencias directas que sufren los propios ciudadanos locales, teniendo en cuenta la precariedad de los empleos en este sector, la saturación de la red de servicios públicos y la congestión del tráfico.

Existen barrios cuyos vecinos han sido expulsados por el aumento del precio de las viviendas. Un proceso, la gentrificación, que afecta a buena parte de nuestras ciudades y que cambia por completo la vida vecinal. El aumento del número de apartamentos turísticos y la aglomeración día y noche de turistas en zonas como Las Ramblas de Barcelona, Lavapies en Madrid o el barrio de Triana en Sevilla, son buena muestra de ello.

El turismo, cuando se ha democratizado y ha facilitado la movilidad geográfica de numerosas personas ha permitido acceder a lugares y culturas desconocidas. El acceso a estos espacios permite disfrutar de entornos inigualables y reconocer nuevas formas de vida. Sin embargo, sabemos que el modelo debe iniciar cambios importantes que aseguren un uso y disfrute sostenible de estos recursos.

Este es posiblemente el mejor momento para establecer políticas de crecimiento y desarrollo sostenible facilitando la distribución de la riqueza turística. Desarrollar el turismo y proteger la economía y el empleo con objetivos de crecimiento sostenible implica limitar el número de visitantes en las zonas más congestionadas pero también potenciar zonas despobladas  en las que poder disfrutar de la cultura y la gastronomía local.

Estudiar y plantear planes estratégicos para desarrollar un turismo de nichos constituye una buena estrategia que permite especializarse en un turismo deportivo, gastronómico, cultural, de mayores, e incluso espiritual para aquellas personas que lo practiquen.

Si dentro del plan estratégico queremos captar turistas desde otros continentes, la OMT estima que sólo en China en el 2030 habrá 300 millones de chinos con pasaporte con perspectivas de conocer mundo. En este caso específico, habría que investigar a fondo sus intereses y costumbres para que la relación sea duradera y equilibrada. Tampoco tenemos que olvidarnos de otros países de Asia con un crecimiento económico estable.

Si además queremos alcanzar un Equilibrio Turístico con vistas a un futuro sostenible, debemos combinar este tipo de acciones estratégicas con la innovación y la tecnología, lo que nos permitirá ofrecer mejores servicios a los visitantes, además de mejorar cada una de las experiencias turísticas vividas por ellos. Se trata, en definitiva, de generar vivencias tan positivas que los visitantes quieran repetir el destino y recomendarlo a sus familiares y amigos.

El pasado 30 de noviembre, Tenerife recibió el reconocimiento por parte de SEGITTUR (Sociedad Mercantil Estatal para la Gestión de la Innovación y las Tecnologías Turísticas) como primera isla española reconocida como Destino Turístico Inteligente. Distinciones como esta confirman el valor de apostar por un modelo de desarrollo sostenible que aplica la innovación, la tecnología, la accesibilidad y la gobernanza.

Este reconocimiento no es más que el resultado de un trabajo constante dirigido a unos objetivos en común muy claros. Para llegar a diseñar un modelo de desarrollo turístico de estas características, hay que comprender cuáles son los problemas y necesidades de los ciudadanos de cada destino. Solo buscando el ejercicio de proyectos turísticos sostenibles a largo plazo y dotados de valor, el turismo como propuesta de desarrollo individual y colectivo podrá mantenerse.

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